serie nacional

No descubrimos nada si decimos que el béisbol vivió el último mes, con la postemporada, las mejores emociones de una campaña con matices grises en cuanto a asistencia de público a los estadios, estadísticas colectivas y entuertos increíbles con la pelota Teammate, entre otros temas. Pero la película terminó feliz, con un campeón verde-rojo como los Leñadores tuneros, quienes ganaron su cetro en el mismísimo estadio Latinoamericano.

Cuando hablamos de grisuras vale ilustrar una comparación con la 60 edición, hace apenas dos años y que tuvo también 75 juegos en la ronda clasificatoria. Pudiera pensarse que el pitcheo lo hizo mejor ahora al disminuir los promedios de bateo (de 296 a 288, las carreras anotadas (de 6 598 a 6 272), los jonrones (de 796 a 626) o el promedio de carreras limpias (5,56 por 4,97) y los boletos repartidos (5 082 por 4 921).

Sin embargo, la interpretación es más amplia, pues la pelota con la que se jugó influyó muchísimos en estos números, dada la utilización de tres tipos de Teammate 190, 150 y 120 (algunos lanzadores hablan hasta de otra esférica con un cuño negro), en tanto no se puede descartar que la manera en que se organizó el torneo, con cinco juegos consecutivos, también repercutiera. No obstante, se dieron más pelotazos (72) y se cometieron más wild pitch (69), que puede entenderse por la juventud de los staff de pitcheo.

En cuanto a la defensa, por vez primera en varios años bajamos del aceptable 970 que promediábamos por temporada. Ahora las pifias aumentaron en más de un centenar y el promedio de 969 sí representa un mundo de carreras comparado con el 973 de par de años atrás. Ese aspecto costó victorias en play off y definió lugares. Los juegos vespertinos son un arma fatal para trabajar en ese sentido, que va más en concentración que en calidad de terrenos.

La ofensiva se resintió mucho con la cifra más baja de cuadrangulares desde la Serie 56. Ahora se conectaron 626 en la fase regular y 22 en los play off, pero para que se tenga una idea en la 57, 58 y 59, con apenas 45 desafíos en la primera ronda y sin cuartos de final, se dispararon 659, 673 y 656, respectivamente. Otra vez la esférica parece la culpable. Cualquier otra razón no se resiste a tales números.

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En los aspectos que no van a los libros y definen triunfos se pudieran hacer distintas tesis de licenciatura o maestría: excesivos toques de bola de nuestros mentores, demoras o apresuramiento para sacar un lanzador, mal corrido de las bases, poco dominio de algunos fundamentos del ABC beisbolero, fabricación de carreras jugando todavía al clásico batazo e incorrectas ubicaciones en el campo ante cada bateador en el home, etcétera.

Todo esto más las variables sociales que cruzan por la vida del cubano hicieron que el espectáculo se resintiera y solo hacia los play off viéramos estadios llenos. La motivación de que los seis primeros equipos avancen a la segunda Liga Élite también ayudó en la postemporada, así como quitar la cláusula de la repatriación.

PODIOS Y APLAUSOS

Muy superiores en todos los órdenes de juego los Leñadores de Las Tunas, dirigidos con inteligencia y parsimonia por Abeisy Pantoja (por cierto, decimotercer mentor que debuta siendo campeón) enseñaron el mejor béisbol de la campaña y por eso merecieron el cetro, levantado en una de las ceremonias más vistosas y atractivas de los últimos años, con luces, trofeos hermosos, confetis, música y escenografía de lujo.

Por cierto, ojalá perdure este colofón. Poco a poco los aficionados se acostumbrarán a que la premiación se realice así y se quedarán en los estadios. Hasta una orquesta popular pudiera amenizar los cierres beisboleros. Es la mejor manera de seguir abrazando deporte y cultura.

Para Industriales un párrafo elemental y no por eso menor. Su segundo lugar era impensable para muchos en el primer tercio cuando tocaron fondo. Sus jóvenes y su cuerpo de dirección dieron un vuelco total e hicieron recordar a muchos esos Leones de Anglada, Medina, Germán Mesa, Chávez, Trigoura y hasta Carneado. No tanto por su excelso rendimiento, sino por la garra, deseos y juego aguerrido que siempre los ha caracterizado.

No podemos dejar de mencionar a otro grande que regresó: Santiago de Cuba, también con un mánager principiante como Eddy Cajigal. Volvieron a un podio luego de 15 años de ausencia, enseñaron unidad como equipo con peloteros jóvenes, pero muy talentosos, en tanto su cuerpo de pitcheo, liderado por dos veteranos como Danny Betancourt y Alberto Bicet, sorprendió con los mejores números en la etapa regular.

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Finalmente, esta Serie Nacional no escapó a la problemática económica del país. El esfuerzo de sus organizadores fue inmenso y hay que escribirlo. Solo reiteramos que la pelota para los cubanos es más que un deporte y por eso todos los ministerios e instituciones que tienen que ver con ella deben sentir la pasión que durante este último mes hizo vibrar a un país.

EN LA SEGUNDA PARTE RECOGEREMOS TESTIMONIOS DE LOS CAMPEONES.

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